miércoles, 10 de noviembre de 2021

El laberinto de las aceitunas

 


Autor: Eduardo Mendoza

Editorial: Círculo de Lectores, S.A.

Año: 1988

Páginas: 205

Género: Humor

Sinopsis: Historia protagonizada por un detective "casero" que reside en un manicomio.
Mientras se dedicaba a cumplir la misión impuesta por el doctor Sugrañes, de capturar cucarachas que plagaban los rosales del médico, junto con Pepito purulencias, es secuestrado por su viejo conocido el comisario Flores, para cumplir una misión más importante en favor de la patria.
Por qué es elegido para esta gran misión este detective, es algo que no parece muy lógico en principio, pero lo menos lógico es como esta misión, que debería ser corta y sencilla, se complica en una espiral de despropósitos infinita que van desenmarañando -o quizá liando- el detective y los personajes que le acompañan en su peregrinar para conseguir la solución de un caso que parece insolucionable, algunos de ellos conocidos, como su hermana Cándida o el doctor Sugrañes, y otros nuevos y variopintos compañeros.

Citas:

-"Dicen que quien contempla el mundo desde las alturas ve a sus congéneres cual si fueran hormigas y que esta ilusión óptica hace sentirse omnipotente al que la experimenta, en vez de sentirse, como manda la lógica, horrorizado al descubrir que es el último ser normal en un universo de insectos repulsivos".

-"Nunca me prohibieron bajar a la mina, pero ahora me han prohibido fumar".

-"La soledad nunca es buen aderezo de la vida".

-"Sabido es que la naturaleza confiere a los humanos un buen gusto innato en materia alimenticia, aunque no siempre los medios necesarios para satisfacerlo".

-"No se inquiete usted: el traje que me prestó está impoluto y entero en el buzón. También traemos a una chica medio muerta, nos persigue una banda de asesinos y la policía me viene pisando los talones, pero no tiene usted por qué preocuparse".

-"No hay como las emergencias para aguzar el ingenio".

-"A todos nos cuesta reconocer que en un instante ya irrecuperable lo apostamos todo a una sola vuelta de la ruleta antes de aprender las reglas del juego. Yo también creí que la vida era otra cosa. Luego se sigue jugando, se gana y se pierde alternativamente, pero ya nada es igual: las cartas están marcadas, los dados están cargados y las fichas sólo cambian de bolsillo mientras dura la velada. La vida es así y es inútil calificarla de injusta a posteriori".


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